domingo, 5 de abril de 2015

MARCO TEORICO

El término en la actualidad dado para la violencia escolar de difícil traducción al castellano con una sola palabra, se emplea en la literatura especializada para denominar los procesos de intimidación y victimización entre iguales, esto es, entre alumnos compañeros de aula o de centro escolar (Ortega y Mora-Merchán, 1997). Se trata de procesos en los que uno o más alumnos acosan e intimidan a otro, víctima  a través de insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social etc. Si bien no incluyen la violencia física, este maltrato intimidatorio puede tener lugar a lo largo de meses e incluso años, siendo sus consecuencias ciertamente devastadoras, sobre todo para la víctima.
El vandalismo y la agresión física son ya estrictamente fenómenos de violencia; en el primer caso, contra las cosas; en el segundo, contra las personas. A pesar de ser los que más impacto tienen sobre las comunidades escolares y sobre la opinión pública en general, los datos de la investigación llevada a cabo en distintos países sugieren que no suelen ir más allá del 10 por ciento del total de los casos de conducta antisocial que se registran en los centros educativos. No obstante, el aparente incremento de las extorsiones y de la presencia de armas de todo tipo en los centros escolares, son los fenómenos que han llevado a tomar las medidas más drásticas en las escuelas de muchos países (Estados Unidos, Francia y Alemania.
La violencia escolar es una expresión de la violencia humana en los colegios. El concepto se instituyó para señalar un evento extraordinario, algo que se miraba como una anomalía peligrosa en las escuelas: “un estudiante es víctima de acoso escolar cuando está expuesto, de forma reiterada a lo largo del tiempo, a acciones negativas por parte de otro u otros estudiantes” Es decir, el concepto se creó buscando desvincularlo de la violencia humana y del mundo adulto que envuelve a esos niños que se pegan y se maltratan tanto física como verbalmente. La violencia escolar en los colegios es parte de un problema de hace muchos años: la violencia en la historia de la humanidad. Fue destacado por las ciencias sociales a finales del siglo veinte como una conducta inadmisible, recurrente y creciente en las escuelas. Una vez reconocido, los ejemplos ahora se socializan y visibilizan como si antes no existieran, lo que ha escandalizado al universo, realzado su importancia. Se considera cada vez más como un asunto en las escuelas que debe preocupar a las sociedades en general.  
La estadística para el matoneo escolar es más o menos del 12 por ciento de la población. En este tipo de actos hay tres protagonistas: el victimario o agresor, la víctima y los testigos. También existe una variable que lo permite y lo perpetúa: el silencio.
Las víctimas generalmente son niños sobreprotegidos o con alguna dificultad, ya sea cognoscitiva o física. El niño que se ve débil o frágil a nivel psicológico también es presa fácil para los agresores.
Por su parte, el victimario es un niño acostumbrado a ver violencia en su casa e igualmente, es un menor con muchas carencias psicológicas, las cuales maneja siendo líder negativo y cometiendo actos inadecuados contra aquellos que percibe como vulnerables.
Finalmente, el testigo es aquel que presencia una acción de estas y generalmente no hace nada para evitarla. Son pocos los testigos que se atreven a denunciar estos actos violentos. Desafortunadamente, el silencio de los testigos es el que permite que se siga presentando este tipo de violencia en los Colegios como lo es el  matoneo. 

Según Enrique Chaux, los estudios indican que en Colombia 1 de cada 5 estudiantes son víctimas del matoneo en todas sus formas y que este problema presenta unas cifras elevadas en las regiones caracterizadas por la presencia del conflicto armado.

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